Iniciar
esta reflexión evocando la línea de tiempo inherente al “Ser arquitecto: tiempo
de formación, tiempo de vida” me resulta bastante sugestivo cuando en ella
encuentro un aspecto en común entre dos simpatizantes de la Arquitectura en sus
diferentes niveles de formación y experiencia con el oficio y con la vida misma
(profesor – alumno; arquitecto – estudiante de arquitectura). Y cuando menciono
un aspecto en común, me refiero al de esa interrogante que ni la experiencia,
ni las edades, ni la línea de tiempo separa en etapas.
“¿Por
qué ser Arquitecto, por qué hoy, por qué en Venezuela?”
Esa incertidumbre, a veces disfrazada en forma de temor, o
presente en forma de optimismo, se ha venido gestando de manera centelleante
desde hace muchísimos días tanto en profesionales y expertos de la Arquitectura
como en estudiantes en etapa de formación y aprendices de ella, y esto no ha
sido más que el producto de nuestra situación actual y del quehacer diario.
Más
allá de los ideales y metas que me hayan impulsado a escoger esta carrera como
compañera de vida; como estudiante de Arquitectura del 7mo semestre, con la
capacidad crítica y reflexiva que la misma me ha ido otorgando, también me he
cuestionado día a día sobre el quehacer del arquitecto en tiempos actuales, que
no pueden definirse de otra manera más que como ‘tiempos de precariedad’ o
‘tiempos de crisis’. Sin embargo, son las mismas circunstancias de la vida las
que me han enseñado que muchas veces los momentos de crisis nos hacen pensar de
una forma más inteligente y meticulosa, pues justo en ellos, la mayoría de los
humanos tenemos la capacidad de dudar y de cuestionarnos, y estas acciones no
son tan equívocas cuando nos permiten descubrir de una mejor manera nuestras
potencialidades y sacar a la luz aquellos artificios que nos ayudarán a
resolver el problema que nos hace frente; y esto es producto de aquel replanteo que nos
hacemos con franqueza sobre nuestra visión y misión en la vida, y por ende,
nuestra posición ante ella. Pero esta actitud que adoptamos hacia la vida no la
encuentro muy diferente a la del arquitecto cuando asume con compromiso un
proyecto de arquitectura y cuando generamos una propuesta de diseño, que no es
más que la resolución de un problema considerando un conjunto de variables.
Pero quizás esta respuesta carezca de sentido si nos olvidamos del rol fundamental
que tiene el arquitecto, y tengo la convicción de que esto es lo que convierte
a esta carrera en una de las más nobles y en una de las más bellas.
Diseñamos
un proyecto de la misma forma como diseñamos nuestra vida, con destrezas, con
pasión y con detalles, velando porque el futuro no se desmorone y nuestras
obras tengan permanencia en el tiempo.
Sin
embargo, encuentro diferencias entre nuestro papel ante la vida y nuestro papel
como Arquitectos que somos o seremos; porque al ejercer el rol del ‘humano’
somos autores de nuestras propias vidas, pero cuando ejercemos el rol de
‘arquitecto’ somos autores de una obra que servirá de soporte para el
desarrollo de la vida de otros, y es por eso que me he permitido definir la
Arquitectura como “El escenario para la vida”, y entonces me pregunto ¿puede
haber algo tan noble como eso?
Sería
de nuevo pertinente preguntarnos “¿Por
qué ser Arquitecto, por qué hoy, por qué en Venezuela?”
Tenemos
en nuestras manos, en cada línea que trazamos, la capacidad de hacer un buen
uso del ‘poder’, no como un recurso autoritario, desafiante y por encima de
otros, como en nuestros días estamos acostumbrados a ver. Tenemos el poder de
ofrecer a nuestros conciudadanos un mejor porvenir bajo un lenguaje
arquitectónico que desde hace años nos hemos comprometido a aprender y
aprehender. Tenemos el poder de crear el entorno para la vida, y esto me evoca
a la interpretación existencial de la práctica social de la Arquitectura
expuesta en una de las presentaciones inherente a “Lo Vivido – Lo Edificable –
Lo Edificado – Lo Habitado. Lo habitable, LO VIVIDO”. Y es por ello que
concluyo esta reflexión o intercambio de ideas con una frase que me ha
acompañado desde hace algún tiempo en la carrera, correspondiente a la obra de
Alejandro Aravena en “Los hechos de la Arquitectura. Ensayo 1” en su cita
textual al Prof. Riesco: “Ya la forma está bien, ahora le falta la vida”, es
decir, hacer de una obra lo posible, lo habitable, lo habitado.
Entonces, ¿Por qué no
estudiar Arquitectura?…… ¿Por qué no ser ARQUITECTO?
Alejandra Escorche
Pons
03/10/14
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