sábado, 3 de mayo de 2014

El turista de sus pensamientos

              A expensas de la álgida noche del 4 de abril, me encuentro sentado sobre el viejo escaño de la sala, fiel compañero que me ha recibido durante años en cada preciso momento en el que ha resultado ineludible iniciar un encuentro con mis hábitos ideales: leer, escribir, cavilar o tan sólo pensarle. Al cabo de un rato, me percato que un par de hojas blancas dispuestas sobre la mesa me invitan a dialogar.        

 Lo que primordialmente inicia como un reencuentro de mis pasiones olvidadas, podría convertirse quizás, en el relato manuscrito de la historia de un afamado escritor procedente del desdeñado suburbio de la ciudad. Aquel pasajero en el tiempo, quien se dio a conocer como “el turista de los pensamientos”, llevaba emprendiendo durante muchísimos años, una travesía incesante por los rincones más pletóricos de la esencia humana, aquellos que a muchos nos hace dar vueltas sin fin en un universo profuso de actividad intelectual, creativa y artística.

Cuenta la historia, que el afamado viajero ha cesado su pesquisa y ha estacionado el quehacer de sus días en el hallazgo de una persona cuyos pensamientos han motivado a derramar en papel una descripción minuciosa sobre el advenimiento de tan bienaventurada mente, propulsora perenne de los designios más entrañables en toda una dama; una dama de la cual muchos hombres se han amartelado, pero sólo uno, sólo uno ha logrado cruzar los límites de lo que su imagen somática muestra. Sólo uno, se ha embarcado en aquella odisea de convertirse en el más aferrado turista de sus pensamientos, pensamientos llenos de vida y llenos de sueños.

No es casualidad que mi persona, humilde prosista, se haya atribuido con espontaneidad el cometido para describir con bastos detalles la esencia de aquella persona que se ha convertido además, en el destino turístico por excelencia del pasajero en el tiempo. Porque sólo alguien dispuesto a emprender un viaje, puede darse cuenta que una parte de ella es sólo el comienzo, y que todas las partes de ella finalizan en un nuevo viaje, aquel que el viajero venía dispuesto a emprender sin prescripciones ni mapas, sin nada que impidiese en realidad, redescubrirla una y otra vez a su manera, a esa loca manera de proyectarse en una vida que promete en sus días tardes de extrema cordura, cuando la única guía que el turista tiene a su lado son sus manos sobre las de ella, sus suaves y milagrosas manos, que tienen el don de convertir hasta el objeto más simple en toda una obra de arte; como que por obra y arte el destino la trajo a su vida convertida a su paso en el arte más puro, como cuando en estas palabras expreso la vida que el viajero quiere a su lado.

 Hablemos de una vida llena de metas y sueños, al alcance de cualquier turista de los pensamientos que encuentra en la mente de aquella dama las increíbles ofertas sobre una acogida en donde liberar las tensiones. Hablemos de su sonrisa optimista, aquella capaz de iluminar hasta los días más grises y pintar un escenario soleado para que el persistente viajero en el tiempo continúe su recorrido por estas calles de la vida sin prisa; o con aquella calma con la que lo miran sus ojos llenos de tolerancia cuando éste se cansa de recorrer tan holgadas avenidas, en las que al término de ellas encuentra sus brazos repletos de abrazos que le devuelven la vida perdida en las horas que pasa dudando sobre una llegada segura al futuro, un futuro que aún no se imagina para no perder lo mejor del ahora, lo mejor del presente colocado en las manos de aquella dama, en tan preciosas manos capaz de convertir el todo como por arte de magia en una obra de arte, una magia que conozco y que va sujeta a una serie de trucos que nos enseñan una postura útil hacia la vida. Pasión, perseverancia, constancia, creatividad y proposición son sólo los ases que ella tiene bajo la manga para trasladar a cualquier viajero a su momento presente en el tiempo.

Hablemos de recorrerle los sueños, develando en cada uno de ellos un horizonte seguro de metas cumplidas. Hablemos de iniciar nuevos sueños, que incluyan un pasaje para dos en este prolongado viaje que invita a redescubrirse, o a conquistar lo no conocido. Hablemos de las personas no como turistas, sino como destino. Hablemos del destino, del que llega y al que se le llega, destino aquel que los espera. Hablemos de ella y de él, sin olvidarnos de ellos como un conjunto homogéneo de intereses y sueños, con expectativas de un futuro ineludible. Hablemos siempre de dos y para dos, porque el amor está hecho de dualidades y son ellos cómplices y compañeros de viaje, un viaje que la vida ha invitado a emprender con este basto equipaje que desde ahora me propongo a describir con usufructo, porque ésta siempre ha sido mi vocación, porque esto siempre ha estado en mis planes, porque llevaba rato observándolos, observando lo que ellos eran y hacían:

 Ella, inteligente de sus dudas, curiosa, intuitiva y creativa, perceptiva, etérea. Y ahí estaba Él, viajero en el tiempo, amante de ella. Escritor de sus días, Escultor de sentimientos, Arquitecto de fantasías, Músico de la vida misma, Artista de nacimiento. Preguntándose tan sólo una cosa: “¿Podría ser el turista de sus pensamientos?”, prometiendo por el resto de los días divagar por las calles de su mente e imaginación, para encontrar aquella inspiración necesaria para ponerle melodías al par de versos que por días llevan su nombre.

A expensas de la álgida noche del 4 de abril me encuentro escribiendo la historia del turista de los pensamientos, pero el turista no era otro…era yo.

                                                                                                                                       04/04/2014

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