En el
manifiesto de Doorn (1954), los maestros de la Arquitectura colocan en evidencia uno de los temas que desde los años
cincuenta hasta nuestro días, ha causado mayor polémica en el ejercicio de la
profesión. Pienso que el mayor legado a considerar del “Team Ten” es justamente
la motivación que surgió en lo arquitectos del entonces, de generar críticas y propuestas reflexivas producto del estudio a
posteriori de la manera en la que se venía haciendo arquitectura, que no era
más que una forma mecanicista, y fuertemente arraigada al funcionalismo y al
racionalismo arquitectónico. Ese interés de replantear la línea de pensamiento
en el oficio de la Arquitectura aún sigue siendo tema de debate en tiempos actuales.
Tenemos la errada concepción de considerar al arquitecto como un disciplinario
destinado a concebir un objeto que permita satisfacer unas funciones
específicas. Sin embargo sabemos, producto de la experiencia y de aquellas
obras arquitectónicas que hoy en día son referentes mundiales, que detrás de
ese pensamiento lineal, y que en teoría, parece ser la premisa principal de la
Arquitectura, que antes de concebir toda obra debe existir un estudio profundo
y reflexivo acerca de lo que ese objeto en sí mismo significará en el lugar
donde se emplace, y que debemos hacer un
esfuerzo por entender que el resultado de éste no será más que el resultado de
un conjunto de variables dictaminadas por un entorno con características
particulares y específicas de índole diversa. Sin embargo, la misma experiencia
nos ha demostrado que esta tarea de interpretar el lenguaje inherente a una
comunidad, y traducirlo en códigos que permitan operar y generar soluciones a la hora de hacer
arquitectura, se ha visto obstaculizada por las barreras que convidan los
alcances de la tecnología, el conocimiento de lo antiguo y la propia sed de
realizar arquitectura monumental sin bases aparentemente justificadas.
Por
otro parte, en el manifiesto de Doorn (1954), se hace alusión a ‘la casa’, un
ejemplo bastante pragmático y eficiente para entender la mecánica de la
Arquitectura a lo largo del tiempo, tomando
en cuenta que aún sin ser el objetivo más importante del oficio del arquitecto;
la vivienda, por ser la estancia donde pasamos la mayor parte de nuestro
tiempo, simboliza la célula fundamental en el entorno en el cual el hombre se
desarrolla; o como mejor describió Le Corbusier en tiempos de luces: “La
Máquina para Vivir”. Sin embargo, el concepto de ‘casa’ o ‘vivienda’ podría
tornarse ambiguo si consideramos la realidad de la cual ella acontece.
Podríamos incluso, bajo una mirada macroscópica, dejar de considerar ‘la casa’
como ese elemento conformado por un número estimado de paredes de mampostería
dotado de un particular mobiliario y direccionar nuestra mirada al
entendimiento de ‘la casa’ como un conjunto de realidades y vivencias que para
nada tiene que ver con lo tangible y lo mensurable, sino con actos más
cognitivos y sensoriales, con actos que están relacionados directamente a la conducta
del hombre dentro de un entorno determinado, así como su integración y
participación con el resto de sus habitantes. Sólo así podríamos empezar a
pensar la arquitectura no bajo el concepto de “la casa es”, sino bajo una
mirada más integral como “la casa en”, abarcando un área más amplia de la que
el propio objeto arquitectónico vaya a ocupar. Una vez entendida esta
interacción de objeto – entorno, podríamos definir con mayor fluidez lo que ‘la
casa’ en sí misma será. Entonces, ya no estaríamos hablando de Arquitectura
solamente, como una disciplina enajenada; hablaríamos de Arquitectura y
Urbanismo, comprendiendo la potente fusión que estas dos disciplinas
representan. Hablaríamos de una Arquitectura del y en el entorno, conociendo lo
que éste representa para una determinada sociedad, entendiendo por sociedad a “un
tipo de agrupación particular de individuos”. Pienso que las palabras ‘tipo’ y ‘particular’
son claves a la hora de diseñar e incitan al arquitecto a estudiar a fondo
cuáles son esas variables que hacen que una sociedad sea distinta de la otra, y
que por ende, el tipo de arquitectura que se hace para ellas, debe orientarse y
nacer de dichas particularidades. Un claro ejemplo lo vemos en la sección del
Valle de Patrick Geddes. No tendrá la misma respuesta y relación con el entorno una casa
agrícola aislada, que una en el pueblo o en la urbe.
Quizás una de
las causas por la que la Arquitectura de hoy no tenga la grandilocuencia de
aquella que hacían los grandes maestros en el pasado, sea ese poco interés de
incorporar en la obra la dualidad ‘Arquitectura – Entorno”, y entonces vemos en
la cotidianidad soluciones erradas de edificios concebidos como elementos
aislados que llegan y se imponen en la ciudad, rompiendo con el lenguaje que
ésta simboliza producto de su historia. Pero también podemos observar el
esfuerzo de muchos arquitectos y críticos de la disciplina de que la concepción
de la Arquitectura como producto o como respuesta de una serie de variables
dictaminadas por el entorno donde se emplazan, se propague en la mayoría de los
ocupantes del quehacer de la profesión. Sólo así, una vez comprendida la
relación “Arquitectura- Entorno” o “Vivienda – comunidad”, sería entonces pertinente
ocuparnos del objeto en sí mismo, sin olvidarnos de las diferencias entre el “qué”
y el “cómo” de las cuales el gran maestro Kanh hace alusión en su libro “Forma
y Diseño”, entendiendo que el ‘qué’ debe prevalecer por encima del ‘cómo’,
siendo el ‘qué’, producto de nuestra capacidad de aprehender el significado de
hacer arquitectura que funcione para hoy y para mañana.