martes, 3 de enero de 2012

La Sonrisa de la Vida "Una mirada desde el corazón"

Despierto, despierto y sonrío, busco rápidamente el reproductor de música y coloco una canción movida y alegre; me dirijo con prisa hacia el balcón de la casa, aquel balcón que brindaba la grata percepción de integrarte con el paisaje exterior. Quizás visualmente no era el paisaje más motivador, y lo digo con cierta ironía, quizás no se le podría ni llamar paisaje. Se observaba la desigualdad de edificios de la zona, y la pobreza del lugar en sus calles; algunos árboles con un verdor sin igual daban una leve sensación de respiro, de aislamiento. ¡Pero espera!, no me permitiría olvidar relatarles y describirles de un misterioso manto puro y limpio, un manto que me acogía, que me saludaba con su alegre ¡Buenos Días!. Nunca había visto algo más perfecto, pero siempre ha estado ahí conmigo. Ha sido una rutina dirigirme en las mañanas hacia el balcón de vista ordinaria, pero cuando elevo la mirada, me integro en un mundo donde los sueños son posibles y son el presente, son “el ahora”; donde la riqueza de nuestro planeta está evidenciada, donde reposan tantas almas. Mi mirada sigue fija, no se distrae, contempla y descubre unas manchas blancas como grandes copos de algodón; me brindan comodidad, me ponen a jugar, a descifrar formas, formas descritas por las mismas manchas, formas antes vistas, cotidianas, formas perfectas. ¡Es impresionante!, mi sonrisa se dibuja y con la mirada fija la música sigue sonando, mi cuerpo aún se está acostumbrando de las pocas o largas horas de sueño, pero mi mente, como si fuese un componente aparte, sigue reposando en el misterioso manto. Ahora me detengo a observar su color, un azul celeste que relaciono con los sueños, los sueños como anhelo, un azul limpio y rico, alegre y simpático; me emociona, me conmueve, me detiene, me calma, me cura, me llena, me da vida, me dice ¡buenos días!. Justo en ese momento de gran éxtasis emocional mi mente regresa al mundo real…¡pero espera!, siempre ha estado en el mundo real, ¡Que maravilla!. Es entonces cuando pienso “Qué bella es la vida, perfecta”.
Hoy me encontraba caminando por el Boulevard Sábana Grande, a mediados del día. Fué un largo y pausado recorrido…¡pero vaya que fué un momento emocionante!. La música, como de costumbre, sigue sonando… ¿y por qué no habría de hacerlo? ¿no es la vida una melodía? ¿no es la vida música?...Yo creo que sí. El movimiento de las hojas de los arboles, los pasos de la gente, la circulación del viento, la risa del niño, el teléfono que suena, el vendedor deambulante, el carro que pasa, la gota que cae. Un sinfín de sonidos, que forman una melodía, que componen música, música para el alma…música para la vida. Sigo caminando y observando cómo masivos volúmenes que forman los edificios delimitan el boulevard. Hubo un momento en que me sentí conmovida, debo admitir, quizás una lágrima recorría mi rostro. Me sentí alegre, el ambiente que se respiraba era único. El hombre hacía de su entorno algo mejor. Se estaban arreglando las calles; me detuve con pausa a observar la mano de un obrero, la mano que construye, la misma mano que crea, la mano que nos une. El entusiasmo me embargaba, la nostalgia de un “progreso figurado”. Pausadamente, me detuve a observar las obras artísticas que integraban el lugar, una de ellas, la cual llamó mi atención, era la forma de una flor que servía de asiento o descanso para los peatones, lo que me conllevó a sugerir las siguientes sensaciones que posiblemente el artista como autor quiso transmitir “la naturaleza al servicio del hombre”, “El hombre integrándose a la naturaleza” “La naturaleza acoge al hombre”. En fin, prosigo mi recorrido, muy satisfecha, muy alegre, el día era fructífero. Hay algo que quisiera relatar con detalle, que nuevamente me conmueve, me detiene. Era la sonrisa de algunos de los peatones que igualmente recorrían el boulevard; no sé cuál era el motivo de dicha sonrisa, no es tan importante. De alguna u otra forma, las perfectas y alegres sonrisas dibujadas en los rostros me hacían feliz, me llenaban, me daban vida, me contagiaban; ver la integración de las personas, cómo conviven todos en un mismo entorno, en un entorno creado por el mismo hombre; ver cómo paseaba aquella pareja que se tomaba de la mano, y que con tranquilidad y sin prisa caminaban y conversaban, parecía que expresaban amor, sin necesidad de escuchar sus palabras; aquella señora que toma de la mano a su hijo, niño alegre, para protegerlo, para guiarlo; el grupo de amigos, el empresario que iba de prisa a su trabajo, el anciano con sus juegos de mesa, los pasos de la gente, la circulación del viento, la risa del niño, el teléfono que suena, el vendedor deambulante, el carro que pasa, la gota que cae.. Fue un grato momento, todos bajo un mismo techo, el mismo que observo cada mañana, el mismo que nos envuelve y nos hace universal, miembros de un solo planeta, el manto azul y vigoroso que nos cubre. La música sigue sonando. Llego al final de mi recorrido y me repito: “¡que bello día!, ¡que perfecto es el hombre!, ¡que hermosa la vida!, ¡que grata MI VIDA!”. Ahí me encontraba yo, entre la multitud, una chica tímida y observadora, crítica por excelencia, pura de alma como el bello manto que describo al principio, emanando mi alegría, con un brillo sin igual, agradeciendo cada segundo de mi recorrido, agradeciendo todas esas sensaciones descritas, agradeciendo con la mirada a las personas de sonrisa dibujada. Debo decir, que se ha convertido en una rutina diaria caminar por la vida, analizando su recorrido y sus componentes y estudiando cómo el hombre puede lograr un ambiente en donde el todo se integra bajo una impecable armonía. Para mí cada amanecer, cada cambio de la tonalidad del color azul de la sábana que nos acoge, es el mejor y más preciado regalo que sin pedirlo consigo con tan solo elevar la mirada, en cualquier momento, cada vez que quiero, en donde sea que me encuentre. Yo por mi parte, me comprometo a ser el hombre “literalmente” que crea y construye con sus manos, que construye con el corazón. Me comprometería una y otra vez, sin darme por vencida, sin ponerlo en duda, sin juzgarme. Lo haré porque no puedo describir la alegría que me embarga el ver una sonrisa o conjunto de sonrisas que conviven bajo un mismo techo. Crearé el entorno ideal donde TODOS SOMOS UNO Y DONDE UNO SOMOS TODOS. El entorno donde el ser humano es el protagonista de la vida, el protagonista de sus hechos, el constructor de su camino. Crearé el entorno ideal, donde EL SER HUMANO ES LA SONRISA DE LA VIDA.

Alejandra Escorche.
26/07/2011.

Dedicado a todos aquellos que observan sin detenerse. A los amigos de la Arquitectura. A los amantes de la vida.

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