La pasada noche ignoré los manifiestos de mi madre, quien de
forma entusiasta sugería entablar conversación, pero yo escogí dejar espacio
para el desencanto que en aquellos ratos advertían su presencia. ¡Como me retracto
de tal pesadumbre!; sin duda ha sido ella la persona que mejor conoce mis
males, el pilar de mi vida junto a mi padre. Además, nos hemos cansado de escuchar que jamás debemos
darle la espalda a quienes siempre están con nosotros; pero yo decidí dedicarle
mi tiempo a la tristeza, y no sólo a ella, sino a la persona causante de ésta;
porque así somos todos, humanos, siempre buscando una excusa para la alegría.
Pero está bien, no todo el tiempo estamos dispuestos, y no
siempre podemos ser la persona desternillante de la casa. Momentos
tales, me impulsaron a escribir esta prosa. Curioso ha de ser, que el título inicial de la misma era “El lenguaje de la Desilusión”; a medida que fui redactando los párrafos y que sus contenidos apostaron por otra vertiente, surgió uno más optimista e indicado que encabeza el presente acápite. Quería que fuese algo que se
tratara de mí, pero que sirviese para alguien más; y si sirve de algo, la tristeza de ‘ratos’ es necesaria, cuando acompañas
a ésta con un merecido proceso de decanto y depuración. A todos nos pasa, nos
golpean el alma, nos quebrantamos y caemos directo en la aflicción, porque
somos humanos. Asumes la pena, la sufres y luego depuras, y si estás lo
suficientemente seguro de ti, te levantas del diván, o de la cama, o de la
hamaca, y te diriges hacia el espejo donde se refleja tu mayor logro, la
persona que eres.
La persona que eres, sabe que si miras con suficiente finura encontrarás
a un ser humano forjada entre derrotas, victorias y aprendizajes. Y entonces te
detienes, colocas un 'alto' y repites que “nadie jamás podrá herirte sin tu
consentimiento” y si lo permites, asumes la carga, pero te mueves, y tocas la
guitarra, o tocas a tu perro, o sencillamente te asomas en el balcón de la
casa, y te percatas de que hay un mundo vibrante y despierto que espera.
Pero quién sería yo para aseverarlo, mis tristezas más profundas
hasta tal día encuentran sus raíces en situaciones de origen académico, o en
algunas tonterías del amor romántico, del cual yo no conozco nada. Pero volvamos a la persona que eres.
La persona que eres sabe
que si te amas profundamente, no necesita que nadie llegue a su vida para mostrar un catálogo de definiciones bonitas. No necesita que le recuerden de lo que
es capaz, ni que le alaben o reconozcan los logros que ha materializado, porque
la persona que eres lo sabe.
La persona que fuiste tardó en entenderlo, porque era parte
del crecimiento y de la edad madurar, además tuvo que colisionar con seres
dañinos, tóxicos y destructivos que por momentos tambalearon el mecanismo de tu
autoestima. ¡Anda que yo también desprecio la arrogancia y la jactancia!. En
ocasiones acudí a ella, la practiqué y la manejé con pericia; el engreimiento
es sólo un broquel de inseguridades que intentan no ser expuestas. Pero no
permitas que nadie lo confunda con el amor propio que tienes sobre la persona
que eres y presumes, la más importante de todas.
Yo sé que la persona que fuiste tuvo que caerse mil veces y volverá a
caer mil veces más, y si tienes un poco de suerte tan solo tropezarás y
seguirás tu camino, pero seguro que tantas batallas luchadas formarán a la persona
que serás.
La persona que serás poco hacía falta esa mañana, en la que
despertaste disgustado con la vida porque tenías miedo del futuro que
visualizabas estancado, atribuyendo la culpa al profesor que injustamente juzgó
tus capacidades, o el jefe insoportable que dio tan poco valor a tu trabajo, el
desengaño de la persona amada o el desorden del afuera y las carencias de tu
pueblo. La persona que serás poco importaba ese día en el que vislumbraste tu futuro
aún no escrito por la persona que estabas siendo.
Si por ello no te
apetece la persona que eres, aún anclado al fantasma del pasado, invierte un poco de tiempo trabajando en la persona que quieres ser mañana, porque los
días entrantes estarán llenos de nuevas oportunidades para enmendar los errores
del pasado. De lo contrario, la persona que estás siendo tiene el poder
de generar todos los cambios permisibles en tu vida en virtud de garantizar
posibilidades contribuyentes para el futuro de la persona que serás; y la
clave del éxito considero que está en entender que la persona del 'hoy' es la
más importante de todas, porque el hoy, mientras estés respirando, es el único
día seguro que existe para trabajar por materializar los sueños y aquel que te invita a
dirigirte ahora mismo hacia la alcoba de tus padres o tus hijos, tu hermano, tu mujer, o tu marido,
para otorgar un fuerte abrazo en agradecimiento por haber contribuido con la
persona que eres.
La persona que eres, si no es egoísta, reconoce que su
presencia y sus logros, aún cuando ella los condiciona, no sólo son
parte de sí misma, porque en nuestra vida también influyen personas de vital
importancia que día a día nos levantan, nos enseñan y nos alimentan la mente y
el alma.
Y si aún sigues leyendo, me gusta la persona que eres, porque
siempre has estado dispuesto, porque siempre has estado luchando, porque amas
la vida y amas tu trabajo. Porque siempre sonríes y siempre te esfuerzas.
Porque no fuiste orgulloso y no dudaste en decirle “¡que bien te queda!” ó “!que
bien lo has hecho!”; porque le ayudaste y no esperaste recibir nada a cambio. Me gusta la persona que veo a través de tus ojos, porque encuentro nobleza y
filantropía, humildad y esperanza.
Finalmente, la persona que eres debe ser siempre la primera y única
opción, tu mejor amiga, jamás aunada a la persona que creen o quieren. Espero que nunca te olvides que la persona de hoy, es la única responsable de la que serás mañana.
Alejandra Escorche Pons
Julio, 2015.
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