martes, 21 de octubre de 2014

Sobre el oficio de la Arquitectura....


En el manifiesto de Doorn (1954), los maestros de la Arquitectura colocan en  evidencia uno de los temas que desde los años cincuenta hasta nuestro días, ha causado mayor polémica en el ejercicio de la profesión. Pienso que el mayor legado a considerar del “Team Ten” es justamente la motivación que surgió en lo arquitectos del entonces, de generar críticas  y propuestas reflexivas producto del estudio a posteriori de la manera en la que se venía haciendo arquitectura, que no era más que una forma mecanicista, y fuertemente arraigada al funcionalismo y al racionalismo arquitectónico. Ese interés de replantear la línea de pensamiento en el oficio de la Arquitectura aún sigue siendo tema de debate en tiempos actuales. Tenemos la errada concepción de considerar al arquitecto como un disciplinario destinado a concebir un objeto que permita satisfacer unas funciones específicas. Sin embargo sabemos, producto de la experiencia y de aquellas obras arquitectónicas que hoy en día son referentes mundiales, que detrás de ese pensamiento lineal, y que en teoría, parece ser la premisa principal de la Arquitectura, que antes de concebir toda obra debe existir un estudio profundo y reflexivo acerca de lo que ese objeto en sí mismo significará en el lugar donde se emplace, y  que debemos hacer un esfuerzo por entender que el resultado de éste no será más que el resultado de un conjunto de variables dictaminadas por un entorno con características particulares y específicas de índole diversa. Sin embargo, la misma experiencia nos ha demostrado que esta tarea de interpretar el lenguaje inherente a una comunidad, y traducirlo en códigos que permitan operar y  generar soluciones a la hora de hacer arquitectura, se ha visto obstaculizada por las barreras que convidan los alcances de la tecnología, el conocimiento de lo antiguo y la propia sed de realizar arquitectura monumental sin bases aparentemente justificadas.

               Por otro parte, en el manifiesto de Doorn (1954), se hace alusión a ‘la casa’, un ejemplo bastante pragmático y eficiente para entender la mecánica de la Arquitectura a lo largo del tiempo,  tomando en cuenta que aún sin ser el objetivo más importante del oficio del arquitecto; la vivienda, por ser la estancia donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, simboliza la célula fundamental en el entorno en el cual el hombre se desarrolla; o como mejor describió Le Corbusier en tiempos de luces: “La Máquina para Vivir”. Sin embargo, el concepto de ‘casa’ o ‘vivienda’ podría tornarse ambiguo si consideramos la realidad de la cual ella acontece. Podríamos incluso, bajo una mirada macroscópica, dejar de considerar ‘la casa’ como ese elemento conformado por un número estimado de paredes de mampostería dotado de un particular mobiliario y direccionar nuestra mirada al entendimiento de ‘la casa’ como un conjunto de realidades y vivencias que para nada tiene que ver con lo tangible y lo mensurable, sino con actos más cognitivos y sensoriales, con actos que están relacionados directamente a la conducta del hombre dentro de un entorno determinado, así como su integración y participación con el resto de sus habitantes. Sólo así podríamos empezar a pensar la arquitectura no bajo el concepto de “la casa es”, sino bajo una mirada más integral como “la casa en”, abarcando un área más amplia de la que el propio objeto arquitectónico vaya a ocupar. Una vez entendida esta interacción de objeto – entorno, podríamos definir con mayor fluidez lo que ‘la casa’ en sí misma será. Entonces, ya no estaríamos hablando de Arquitectura solamente, como una disciplina enajenada; hablaríamos de Arquitectura y Urbanismo, comprendiendo la potente fusión que estas dos disciplinas representan. Hablaríamos de una Arquitectura del y en el entorno, conociendo lo que éste representa para una determinada sociedad, entendiendo por sociedad a “un tipo de agrupación particular de individuos”. Pienso que las palabras ‘tipo’ y ‘particular’ son claves a la hora de diseñar e incitan al arquitecto a estudiar a fondo cuáles son esas variables que hacen que una sociedad sea distinta de la otra, y que por ende, el tipo de arquitectura que se hace para ellas, debe orientarse y nacer de dichas particularidades. Un claro ejemplo lo vemos en la sección del Valle de Patrick Geddes. No tendrá la misma respuesta y relación con el entorno una casa agrícola aislada, que una en el pueblo o en la urbe.

Quizás una de las causas por la que la Arquitectura de hoy no tenga la grandilocuencia de aquella que hacían los grandes maestros en el pasado, sea ese poco interés de incorporar en la obra la dualidad ‘Arquitectura – Entorno”, y entonces vemos en la cotidianidad soluciones erradas de edificios concebidos como elementos aislados que llegan y se imponen en la ciudad, rompiendo con el lenguaje que ésta simboliza producto de su historia. Pero también podemos observar el esfuerzo de muchos arquitectos y críticos de la disciplina de que la concepción de la Arquitectura como producto o como respuesta de una serie de variables dictaminadas por el entorno donde se emplazan, se propague en la mayoría de los ocupantes del quehacer de la profesión. Sólo así, una vez comprendida la relación “Arquitectura- Entorno” o “Vivienda – comunidad”, sería entonces pertinente ocuparnos del objeto en sí mismo, sin olvidarnos de las diferencias entre el “qué” y el “cómo” de las cuales el gran maestro Kanh hace alusión en su libro “Forma y Diseño”, entendiendo que el ‘qué’ debe prevalecer por encima del ‘cómo’, siendo el ‘qué’, producto de nuestra capacidad de aprehender el significado de hacer arquitectura que funcione para hoy y para mañana.

 Alejandra Escorche Pons
21/10/2014

lunes, 6 de octubre de 2014

¿Por qué ser Arquitectos?


Iniciar esta reflexión evocando la línea de tiempo inherente al “Ser arquitecto: tiempo de formación, tiempo de vida” me resulta bastante sugestivo cuando en ella encuentro un aspecto en común entre dos simpatizantes de la Arquitectura en sus diferentes niveles de formación y experiencia con el oficio y con la vida misma (profesor – alumno; arquitecto – estudiante de arquitectura). Y cuando menciono un aspecto en común, me refiero al de esa interrogante que ni la experiencia, ni las edades, ni la línea de tiempo separa en etapas.

 
“¿Por qué ser Arquitecto, por qué hoy, por qué en Venezuela?”


          Esa incertidumbre, a veces disfrazada en forma de temor, o presente en forma de optimismo, se ha venido gestando de manera centelleante desde hace muchísimos días tanto en profesionales y expertos de la Arquitectura como en estudiantes en etapa de formación y aprendices de ella, y esto no ha sido más que el producto de nuestra situación actual y del quehacer diario.


Más allá de los ideales y metas que me hayan impulsado a escoger esta carrera como compañera de vida; como estudiante de Arquitectura del 7mo semestre, con la capacidad crítica y reflexiva que la misma me ha ido otorgando, también me he cuestionado día a día sobre el quehacer del arquitecto en tiempos actuales, que no pueden definirse de otra manera más que como ‘tiempos de precariedad’ o ‘tiempos de crisis’. Sin embargo, son las mismas circunstancias de la vida las que me han enseñado que muchas veces los momentos de crisis nos hacen pensar de una forma más inteligente y meticulosa, pues justo en ellos, la mayoría de los humanos tenemos la capacidad de dudar y de cuestionarnos, y estas acciones no son tan equívocas cuando nos permiten descubrir de una mejor manera nuestras potencialidades y sacar a la luz aquellos artificios que nos ayudarán a resolver el problema que nos hace frente;  y esto es producto de aquel replanteo que nos hacemos con franqueza sobre nuestra visión y misión en la vida, y por ende, nuestra posición ante ella. Pero esta actitud que adoptamos hacia la vida no la encuentro muy diferente a la del arquitecto cuando asume con compromiso un proyecto de arquitectura y cuando generamos una propuesta de diseño, que no es más que la resolución de un problema considerando un conjunto de variables. Pero quizás esta respuesta carezca de sentido si nos olvidamos del rol fundamental que tiene el arquitecto, y tengo la convicción de que esto es lo que convierte a esta carrera en una de las más nobles y en una de las más bellas.

 
Diseñamos un proyecto de la misma forma como diseñamos nuestra vida, con destrezas, con pasión y con detalles, velando porque el futuro no se desmorone y nuestras obras tengan permanencia en el tiempo.

 

Sin embargo, encuentro diferencias entre nuestro papel ante la vida y nuestro papel como Arquitectos que somos o seremos; porque al ejercer el rol del ‘humano’ somos autores de nuestras propias vidas, pero cuando ejercemos el rol de ‘arquitecto’ somos autores de una obra que servirá de soporte para el desarrollo de la vida de otros, y es por eso que me he permitido definir la Arquitectura como “El escenario para la vida”, y entonces me pregunto ¿puede haber algo tan noble como eso?

 

Sería de nuevo pertinente preguntarnos “¿Por qué ser Arquitecto, por qué hoy, por qué en Venezuela?”

 

Tenemos en nuestras manos, en cada línea que trazamos, la capacidad de hacer un buen uso del ‘poder’, no como un recurso autoritario, desafiante y por encima de otros, como en nuestros días estamos acostumbrados a ver. Tenemos el poder de ofrecer a nuestros conciudadanos un mejor porvenir bajo un lenguaje arquitectónico que desde hace años nos hemos comprometido a aprender y aprehender. Tenemos el poder de crear el entorno para la vida, y esto me evoca a la interpretación existencial de la práctica social de la Arquitectura expuesta en una de las presentaciones inherente a “Lo Vivido – Lo Edificable – Lo Edificado – Lo Habitado. Lo habitable, LO VIVIDO”. Y es por ello que concluyo esta reflexión o intercambio de ideas con una frase que me ha acompañado desde hace algún tiempo en la carrera, correspondiente a la obra de Alejandro Aravena en “Los hechos de la Arquitectura. Ensayo 1” en su cita textual al Prof. Riesco: “Ya la forma está bien, ahora le falta la vida”, es decir, hacer de una obra lo posible, lo habitable, lo habitado.

 

Entonces, ¿Por qué no estudiar Arquitectura?…… ¿Por qué no ser ARQUITECTO?

 

Alejandra Escorche Pons

03/10/14