Reconozco, con un poco de pena, que nunca había tenido la oportunidad de visitar la "Plaza Caracas", al menos no hasta donde recuerdo. El haber estado ahí hoy, en ese espacio tan maravilloso, me hace reflexionar sobre la gran responsabilidad del arquitecto y aún más, afianzar todos los conocimientos antes adquiridos a través de lecturas, referentes, etc sobre Arquitectura. Definitivamente, El Centro Simón Bolívar y la Plaza Caracas son "Un hecho de Arquitectura", considerando lo relatado por Alejandro Aravena en su libro homólogo (Ensayo 1). Es un hecho de Arquitectura, porque es un espacio que se vive, se siente, se admira...El ingenio, el mural, los espacios, los detalles, los materiales, la planta libre; hacen de este lugar algo maravilloso, un punto de encuentro por excelencia donde "provoca" sentarse un par de horas a observar, a leer, o simplemente a vivir, porque no hay mejor manera de hacerlo que aprendiendo, admirando y agradeciendo ...Lamento, profundamente, que estos espacios se encuentren en el deterioro en el que están, invadidos por el comercio informal y la inseguridad, y que se le dé tan poco valor a esta obra que representa más allá de lo tangible, la tarea fundamental del arquitecto, aquella premisa que aunque parezca sencilla requiere de mucha sensibilidad y compromiso como lo es el "crear el escenario por y para la vida, para que en él se desarrollen las relaciones humanas". El haber formado parte de este espacio en el día de hoy, me hizo recordar una frase que me ha acompañado desde hace algún tiempo (Prof. Riesco, "los hechos de la Arquitectura - Ensayo 1): "Ya, la forma está bien, ahora le falta la vida". Y en definitiva, a este espacio le sobra.
viernes, 27 de septiembre de 2013
lunes, 23 de septiembre de 2013
Tu palabra como expresión...
Se me hace atractivo
escucharte, porque a través de ti puedo entender la condición humana, aquella perfección sublime creada por un fin sincero pero complejo como es el de podernos
comunicar. Tu palabra como expresión, acompañada de gestos tan elocuentes, me
permite admirar en cada uno de tus discursos lo más preciado que hay en el hombre,
esa manera de transmitir los conocimientos sin algún compromiso pautado, tu tan
precisa capacidad reflexiva inherente a algo, tu emoción a la vida, a lo que emprendes
y predicas, tus delirios conscientes me
hacen querer escuchar más de aquella composición incesante y siempre retórica,
llena de algo más que ganas de amar lo que haces, llena de esa incertidumbre
perenne que te permite ir por la búsqueda de algo más que lo meramente
elemental. En tan poco tiempo, he aprendido de ti a observar con detalle,
porque entendí que las sorpresas se disfrutan más allá del envoltorio pulido y
brillante, aquel que vemos emocionante antes de encontrar el contenido anhelado.
Anhelo cada momento del día en que recibo de ti ese contenido intrigante que me
invita a indagar. Y es que le adicionas tanto a la vida cada vez que diriges
una frase indulgente, atenuando tanto el peso de aquellas personas que no dejan
mas que un envoltorio traslúcido, que todo lo revela y lo asienta con tan sólo un gesto imprudente, pero
que no adiciona nada excitante que pueda ser recordado cada vez que uno quiera
encontrarse con el valor de las palabras.
Tu palabra como expresión, me
recuerda al humano que aprecio porque aprecia, me recuerda al humano que vive
para aprender; tu palabra me recuerda a la vida, y tu vida viene cargada de
tanto optimismo que has de contagiar mis palabras, aquellas a quienes recurro
cuando me encuentro estremecida por haberme topado en el camino a personas como
tú. Mis palabras mensuradas son el resultado de aquello incomensurable
producido de tu parte, no tiene límite, no tiene fin. De ti no importa nada
más que lo que debe importar: aprender los unos de los otros olvidando de dónde
venimos y qué tanto poseemos. Utilizaría el término “millonario” para describir
tu modo de vida. Eres millonario en conocimiento, eres millonario como persona
porque tienes de sobra aquello que me importa inherente sobre alguien. Eres millonario y
me enriqueces cada vez que escucho tu palabra como expresión, expresión de la
vida misma convertida en un idioma legible . Eres sabiduría y mas allá
de un envoltorio brillante, tu palabra como expresión es bastante íntegra y exhaustiva. Tu persona como resultado de dicha expresión no es más que un recuerdo brillante y perenne, un recuerdo siempre latente en aquellos que esperamos de la gente lo mejor que hay de ellas desde el punto de vista de sus potencialidades, aquellas que no son tangibles y que están detrás de aquel envoltorio, solamente visible para aquellos que engrandecemos a las personas no por lo que parecen, sino por lo que muestran cuando son realmente sinceros, cuando son ellos mismos. Nunca había sido tan fácil hallar un tesoro...pero lo he logrado, y aquí te tengo presente.
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