jueves, 9 de enero de 2014

SOBREVIVIR

Enero, 2014- Extenuada y con pocas horas de sueño, esta no es más que otra mañana en la que despierto maniatada por la vida, o por las circunstancias que en ella hay. Me levanto, agradezco y respiro, con el impulso precedido por la fuerza mayor que sustenta mis días, aquella que aún me mantiene de pie cuando quiero tan sólo dejarme caer. El esfuerzo necesario de mantener con vigor este basto momento en cada día vivido y cumplido de tan desmoralizada vida, que hoy nos obliga a agazaparnos como esclavos de un destino que creemos ya ‘escrito’ y que nos mantiene en una espera incesante y para algunos injuriosa, injusta y subyugante; me recuerda, hoy más que nunca, que la lucha para no ser un objeto más despiadado de tan fastuosa vida tiene que  incrementarse; y que para mí, como para muchos, debe seguir siendo un lujo el acto de vivir.


En una línea de tiempo, nos encontramos en ese punto donde el caer de la noche con una cena en familia,  es una bienaventuranza; donde el dormir en silencio, dando reposo a nuestros pensamientos y sentimientos, se ha convertido en un estado sagrado, casi a una altura inalcanzable para cualquiera que entienda lo que está sucediendo, para cualquiera que entienda que el mundo, y en una muestra más empírica y mensurable, que Venezuela, ya no es ese lugar donde algunos deseamos sembrar nuestros sueños y verlos crecer.
Sin embargo, entendemos el valor de la vida, lo entendemos y nos adaptamos, como seres razonables destinados a luchar. Aun así, comprendemos el significado de una sonrisa como fuerza proveniente de los llamados momentos felices; aun así, somos la consecuencia gradual de la más hermosa cualidad del ser humano, aquella que éste presume, cuando enaltece la vista y ante una caída, resurge cual ave fénix. Somos seres destinados a luchar en este escenario violento disfrazado de tan correspondiente rutina, y en donde cualquiera que sea la causa, se ha convertido en una obligación, y más que ello, en un compromiso, extraer de ella el origen de su naturaleza: el bien o el mal.


No es un secreto que en tiempos remotos y en días actuales, éstos no han sido más que conceptos ambiguos que para nada tiene que ver con la ventura de unos, y la desdicha de otros. Así de comprometido está todo, el dantesco todo, producto de esta sociedad en parte pervertida y en parte tribulada,  siendo esta última celadora de un grupo de personas de estimación cuantitativa desconocida y valoración cualitativa en observación. Quienes pertenecemos a ella, por supuesto, y quienes soñamos con nuestros ideales, nos encontramos subordinados ante la embarazosa situación de encarcelamiento y opresión total del vivir y del hacerlo con plenitud. Se nos ha olvidado lo que es el don de la vida, se nos ha olvidado vivir.

 Nos hemos transformado en objetos mecanizados y dinamizados por la acción del material palpable, del elemento valioso que nos concatena de manera cíclica, convirtiéndonos en su  execrable condena cuando nos resistimos a perder o a vivir sin aquello  que nos hace lucir aparentemente refinados, coherentes y de alguna forma en armonía y en desarrollo paralelo con los avances de la ciencia y de la tecnología. Por otra parte, de manera contrastante, nos vemos vinculados al auge de una sociedad aparentemente definida en el marco de la Ilustración, cuyas premisas nos evoca a la imagen de una sociedad civilizada, entendiendo por civilización, según el diccionario de la RAE al “Estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres”.

Desde el principio de nuestra formación, se nos ha hecho hincapié en el aprendizaje de este concepto, demostrando en la práctica del día a día, cuán suspicaces somos a la hora de manifestarnos como seres culturizados y en sano juicio del uso de nuestras facultades intelectuales, y a veces, instintivas.

Hoy en día, la práctica nos ha demostrado que somos el producto de una sociedad carente del ‘objeto civilizado’, que no pasa a ser más que la definición expresa del ‘hombre’. Un hombre que en su intento de sobrevivir, se  encuentra enajenado de sus orígenes, y desconectado de forma significativa de sus conciudadanos.

Somos una sociedad carroñera y egoísta, cuyo individuo 'yoísta' actúa bajo el lema del atajo raudo y por encima de sus coterráneos para alcanzar la satisfacción personal; donde el acto de vivir es lo más similar a una carrera de lobos hambrientos en busca de su presa para poder subsistir. ¡En esto nos hemos convertido!, somos parte de una sociedad que rápidamente ha suplido la palabra vivir por sobrevivir.

 Por otra parte, el intento de ‘ser’ en un mundo desemejante al aquel concebido en la época de la niñez ya no es la causa de nuestros desvelos. Tampoco lo es el desafío de ampliar horizontes en un mundo que se muestra tan frío y ruin, donde el miedo al fracaso no es el protagonista de la cuesta abajo en el alcance de un objetivo. Nos hemos convertidos en objetos inanimados e indiferentes con un común objetivo: sobrevivir, por encima de todo.

Es una pena producir tan desalentado discurso con miras hacia la incesante malicia y vileza al cual estamos sometidos. Somos cautivos de un país que día a día nos recibe en su amanecer y nos despide al anochecer con un episodio de violencia, producto de las abominaciones aún inimaginables en el ser humano. Nos martirizamos y cuestionamos, atiborrándonos de miedo, un miedo que se propaga rápidamente como una pandemia cuyo objetivo es atacar en cada venezolano  el apego que siente por la vida.  Sin embargo, somos seres destinados a luchar. Aún así, creemos en el don de la vida y en la oportunidad que nos ha dado ésta de sobrevivir ante el mal; aún así, despertamos cada mañana con una misión a país en cada acción justa que emprendemos. Finalmente, entendemos que la lucha para no ser otro objeto más despiadado de tan fastuosa vida tiene que  incrementarse; y que para mí, como para ti, debe seguir siendo un lujo el acto de vivir y del hacerlo con plenitud, y esto es posible con cada esperanza plantada, aquella que no se extinguirá siempre y cuando seamos capaces de diferenciar el bien por encima del mal.


“Cualquiera que sea tu fuerza, que no se te olvide vivir…”

 

Alejandra Escorche Pons

 

miércoles, 8 de enero de 2014

Los días del año

Extraño los días de marzo de aquel año, con tu llegada inesperada y segura. Extraño los días de abril, y aquel intercambio de miedos y expectativas sobre el futuro y la vida. Extraño los días de mayo, cuando pudimos mostrarnos débiles, con tus lágrimas y las mías. Extraño los días de junio que nos recibieron con alegría, los días de julio donde nos sentíamos triunfadores y con aires de grandeza, los de agosto perdidos pensando, ganándonos todo; los de septiembre llenos de convicción y nuevas oportunidades. Finalmente, extraño todos los días del año en que estuvimos presente y en el que yo, sin mucho que dar a cambio, pude escucharte decir: “la vida es un baúl lleno de recuerdos, y sólo tú tienes la llave para que cuando te sientas triste, liberes de él los mejores momentos, los momentos felices. Nunca olvides que gracias a ellos, todos los días tienes más de un motivo para sonreír…solo sonríe”.